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I Searched For Peace And Found It In Christ (Spanish)

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  • Format: Folded Tract
  • Size: 3.5 inches x 5.5 inches
  • Pages: 6
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“Y me buscaréis y hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jeremías 29:13).

Fui criada como Católica Romana y asistí a una escuela parroquial. Mi madre era una Católica devota and nos enseñó a nosotros, sus cuatro hijos, a la manera que ella pensaba que era correcta. Fui enseñada que la Iglesia Católica Romana era la iglesia verdadera y que al pasar los límites de ella significaría la condenación eterna. Está enseñanza mantiene a la gente bajo el poder de Roma a través del miedo.

Cuando me gradué del bachillerato, me volví más independiente y rebelde que nunca. Salí de la casa a los diez y nueve años, deseando de nunca más ver a mis padres; pero regresé a la casa dentro de diez meses con la depresión nerviosa, el resulto de estar andando con la gente en discotecas y viviendo sin morales. Había estado en mi hogar por un mes aunque todavía no me llevaba bien con mis padres por mi naturaleza orgullosa y rebelde cuando un grupo cantante llegó a nuestro pueblo y empezó un movimiento humanístico. En ese tiempo había estado buscando algo para llenar el vacio que estaba creciendo dentro de mí. Me uní a este movimiento, pensando, “¡Esto es la respuesta!” El credo del movimiento era que al cambiar los corazones de los hombres y al hacer las buenas obras uno podría mejorar al mundo. Después de un año, me desilusioné con el grupo y encontré que era demasiado difícil, incluso imposible para el hombre cambiar su propio corazón. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9).

En ese entonces, decidí a trasladarme a Baltimore para vivir con mi hermana menor. Dejé de asistir a la Misa completamente. Tenía un trabajo a tiempo completo en un banco. Fue allí a través de una amiga que fui introducida a la marijuana por primera vez. Una tarde ella me invitó a conocer a sus amigos y ellos me dieron la marijuana. De allí, empecé a tomar el LSD y luego pastillas. Me puse tan inquieta que por fin dejé mi trabajo y salí de la cuidad sin pagar mis cuentas. Lo único que tenía fue la ropa que tenía puesta. Vivía sin rumbo pasando de una comunidad de hippies a otra. Una vez, me encontré en la cuidad de Nueva York. En un intento de enderezar mi vida, necesitaba dinero y empecé a ganarlo deshonestamente. Pero eso no servía porque malgastaba el dinero más rápido que lo ganaba. Corto tiempo después, conocí a un amigo, quien junto con su madre, me ayudaron a dejar las drogas y a conseguir un trabajo en una oficina como una recepcionista; también me compraron ropa nueva. En ese punto de mi vida, estaba muy confundida; tenía un pasado miserable, un futuro oscuro, y en el presente una situación solitaria. No tenía ningún amigo verdadero con quien hablar y estaba demasiada avergonzada para enfrentar a mis padres. Por afuera la gente veía una sonrisa superficial que les saludaba cada mañana pero yo sabía adentro que había alcanzado el fin de mi viaje.

Una mañana, una señorita entró a la oficina donde yo trabajaba. Ella estaba allí para un trabajo temporal. Noté en su apariencia que ella tenía cierto brillo y que era sana—algo que yo sabía que no tenía. Ella me entregó un folleto. Por mi orgullo, lo puse a un lado hasta que sabía que nadie estaba mirando y lo lei. La parte que realmente me habló fue ésta: “Cuando usted llega al final de su viaje y estos problemas están atormentando su mente y no hay nada más para hacer sino lamentar, entonces busque a Jesús, porque Él es Quien usted necesita encontrar.” Me puse curiosa en cuanto al significado de lo que había leído y en la hora de almuerzo entré en la oficina de la señorita. Ella empezó a dar su propio testimonio de como había llegado a conocer a Jesucristo como su Salvador personal y como Jesús es el Gozo de la vida. Entonces ella me preguntó, “Sabe usted que ‘la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos’?” (Hebreos 4:12). Le pedí a ella que me contara más y ella me invitó a una clase de estudio Bíblico esa misma noche. Allí, por la primera vez en mi vida escuché el plan completo de Dios para la salvación, según la Biblia. “Que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3-4); y que hizo el sacrificio perfecto de sangre por nuestros pecados. Entendí y creí todo lo que había sido enseñado en la clase esa noche. Estaba bajo la convicción de todos mis pecados pasados. La Biblia dice, “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno. No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron del camino, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Mas Dios encarece su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 3:10-12, 5:8).

Cuando salimos de la clase esa noche, mi nueva amiga Cristiana, Eileen Frey, me llevó a mi casa. Me dio otro folleto titulado “¿Dónde Pasará USTED La Eternidad?” y me preguntó, “Si usted muriera esta noche, estaría segura de ir al cielo?” Esa pregunta me hizo pensar mientras entraba en mi cuarto y esa noche recibí al Señor Jesucristo en mi corazón. En ese momento, la carga de mi pecado fue levantada. Me arrepentí de mi vida vieja y mis caminos viejos y di mi vida a Cristo. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). En las semanas que seguían, tuvé muchas dudas en la mente. Pero continué a asistir las clases Bíblicas por las tardes con mi nueva amiga Cristiana. No sabiendo donde empezar, escogía cualquier pasaje de la Biblia para leer cada día. Pero la Palabra de Dios me dio la seguridad de mi salvación. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).

La Biblia dice que todos somos pecadores. “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Ninguna cantidad de buenas obras, penitencia, novenas, o justicias humanas nos pueden llevar al cielo. “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (Isaías 64:6). “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros; pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). La iglesia no puede salvar ni tampoco puede usted ser salvo por su fe en su sacerdote, pastor, o rabino. “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y vanas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2:8).

He encontrado que Jesucristo es el Gozo de la vida. He comprometido mi vida a El para contar a los demás de Su gracia salvadora. ¿Por qué no haga usted lo mismo? ¡Hágalo hoy! Reciba a Cristo como su Salvador personal. Entonces escríbanos para que podamos orar por usted y mandarle más literatura grátis que le ayudará a crecer en su vida nueva. —E. Kay Davila

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