Son of Hope (Spanish)
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- Format: Folded Tract
- Size: 3.5 inches x 5.5 inches
- Pages: 8
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- Version: LBLA
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Mi nombre es David Berkowitz. Soy un recluso que ha estado encarcelado desde 1977. He sido condenado a prisión por el resto de mi vida. Yo fui aquel asesino que llegó a ser muy notorio, conocido como: «Son of Sam» (Hijo de Sam).
Fue en 1987, mientras vivía en una fría y solitaria celda, que Dios se apoderó de mi vida. Esta es mi historia de esperanza.
MI NIÑEZ
Desde que era pequeño mi vida parecía estar fuera de control. Era como un animal, destructivo y salvaje. Mi madre no podía controlarme. Mi padre tenía que inmovilizarme, sujetándome contra el piso hasta calmarme. Cuando asistía a la escuela pública, era tan violento e incontrolable que un maestro tuvo que aplicarme una llave de luchador para inmovilizarme y sacarme de su clase. Constantemente me metía en peleas. A veces, comenzaba a gritar sin motivo. Sufría episodios graves de depresión. Al final, las autoridades escolares ordenaron a mis padres llevarme con un psicólogo infantil, o me expulsarían de la escuela. Tuve que ver al psicólogo una vez por semana durante dos años, sin embargo, las sesiones de terapia no tuvieron ningún efecto en mi comportamiento.
PENSAMIENTOS SUICIDAS
Con frecuencia venían a mi mente pensamientos suicidas. A veces, me sentaba en la ventana con las piernas colgando hacia fuera. Vivíamos en el sexto piso de un viejo edificio de apartamentos. Cuando mi papá me veía hacer esto me gritaba que volviera adentro. Yo no sabía qué hacer y mis padres tampoco. Me hicieron que hablara con un rabino, con maestros y consejeros escolares, pero nada funcionó.
LA MUERTE DE MI MADRE
Cuando tenía 14 años, mi madre enfermó de cáncer. Murió varios meses después. Yo no tenía hermanos o hermanas, así que sólo quedamos mi padre y yo. Él trabajaba 10 horas al día, seis días por semana. Pasábamos muy poco tiempo juntos. Mi madre había sido mi principal fuente de estabilidad. Sin embargo, ahora que ya no estaba, mi vida fue rápidamente cuesta abajo. Estaba lleno de ira por la muerte de mi madre. Sentía que no había esperanza, y los periodos de depresión eran más intensos que nunca. Me volví aun más rebelde y empecé a faltar a la escuela.
Mi papá intentó ayudar lo mejor que pudo. Logró impulsarme hasta terminar la preparatoria. El día después de mi graduación me enlisté en el ejército. Incluso en el servicio militar tenía problemas para enfrentar la vida, aunque me las arreglé para cumplir mi compromiso de tres años.
PRACTICANDO EL OCULTISMO
Salí del servicio militar en 1974 para empezar la vida de nuevo como un «civil». Todos mis amigos de antes estaban casados o se habían mudado a otro lugar. Así que me encontré solo viviendo en la ciudad de Nueva York.
En 1975, en una fiesta, conocí a unos jóvenes que, según me enteré después, estaban muy involucrados en el ocultismo. Siempre, desde mi niñez, me habían fascinado la brujería, el satanismo, y el ocultismo. Cuando era niño, vi un sinnúmero de películas de terror y de tipo satánico, algunas de las cuales totalmente cautivaron mi mente.
Ahora tenía 22 años y las fuerzas de Satanás eran cada vez más evidentes en mi vida. Sentía como si algo estaba tratando de tomar el control de mi vida. Comencé a leer la biblia satánica escrita por Anton LaVey, fundador de la iglesia de Satanás, en San Francisco, en 1966. Empecé a practicar, inocentemente, algunos rituales y conjuros del ocultismo. Estoy completamente convencido de que algo satánico había entrado en mi mente y, al recordar todo lo que sucedió, me doy cuenta de que fui lentamente engañado.
Yo no sabía que sucederían cosas tan malas como resultado de todo esto, pero, a través de los meses, las cosas malas ya no parecían tan malas. Sin saberlo, iba en camino a la destrucción. Tal vez había llegado al punto en el que ya no me importaba.
EL HORROR COMIENZA
Finalmente, crucé esa línea invisible de no retorno. Después de años de tormento mental, problemas de conducta, profundas luchas internas, y mis propias costumbres rebeldes, empecé a cometer crímenes horribles. Mirando hacia atrás, todo fue una horrible pesadilla, y, si pudiera, yo haría cualquier cosa para deshacer todo lo que sucedió. Seis personas perdieron la vida. Muchos más sufrieron por mi culpa y seguirán sufriendo durante toda la vida. Lo lamento mucho.
En 1978 fui condenado a unos 365 años consecutivos, prácticamente fui sepultado vivo tras los muros de una prisión. Al principio, cuando entré al sistema penitenciario fui puesto en aislamiento. Luego fui enviado a un hospital psiquiátrico porque fui declarado temporalmente loco. Al final, fui transferido a otras prisiones, incluyendo la infame «Attica».
LA ESPERANZA APARECE
Diez años después de haber sido condenado a prisión, cuando me sentía abatido y sin esperanza, otro interno vino a mí mientras caminaba en el patio de la prisión una fría tarde de invierno. Se presentó y comenzó a decirme que Jesucristo me amaba y quería perdonarme. Aunque yo sabía que tenía buenas intenciones, me burlé de él porque creía que Dios jamás me perdonaría y no querría tener nada que ver conmigo. A pesar de eso, este hombre persistió y nos hicimos amigos. Su nombre era Rick. Juntos caminábamos en el patio. Poco a poco, compartía conmigo detalles de su vida y de lo que Jesucristo había hecho por él. Insistía en recordarme que sin importar lo que alguien hubiera hecho, Jesucristo estaba dispuesto a perdonar si ese individuo estaba dispuesto a apartarse de las cosas malas que estaba haciendo y ponía su fe y su confianza en Jesucristo y en lo que hizo en la cruz, muriendo por nuestros pecados.
Rick me regaló un Nuevo Testamento de bolsillo de los Gedeones y me pidió que leyera los Salmos. Lo hice. Los leía cada noche. Fue en ese momento que el Señor comenzó a derretir silenciosamente mi frío corazón de piedra.
COMIENZA UNA NUEVA VIDA
Una noche estaba leyendo el Salmo 34. Llegué al versículo 6, que dice: «Este pobre clamó, y el SEÑOR le oyó, y lo salvó de todas sus angustias». Fue en ese momento, en 1987, que comencé a derramar mi corazón delante de Dios. Parecía que todo se me había venido encima a la vez: la culpa de lo que había hecho y la repugnancia de lo que había llegado a ser. Más tarde esa noche en mi celda fría me puse de rodillas y comencé a clamar a Jesucristo.
Le dije que estaba harto y cansado de hacer el mal. Pedí a Jesucristo que perdonara todos mis pecados. Estuve de rodillas por un largo rato orando a Él. Cuando me levanté sentí como si una cadena pesada, pero invisible, que me había atado durante tantos años ahora había sido rota. Una paz inundó mi ser. No entendía lo que estaba sucediendo. En mi corazón, yo sólo sabía que de alguna manera mi vida iba a ser diferente .
¡LIBERTAD!
Han pasado más de 27 años desde que hablé por primera vez con el Señor. Han pasado tantas cosas buenas en mi vida desde entonces. Jesucristo me ha permitido iniciar un ministerio evangelístico aquí en prisión, donde las autoridades penitenciarias me han permitido trabajar en la «unidad de necesidades especiales». Es aquí donde se encuentran hombres con diversos problemas emocionales y dificultades para enfrentar la vida. Puedo orar con ellos mientras leemos juntos la Biblia. Tengo la oportunidad de mostrarles mucho amor fraternal y compasión. Y algunas veces, tengo la oportunidad de predicar en la capilla.
Además, desde entonces, mi historia ha llegado a innumerables prisiones y centros juveniles de los Estados Unidos y del extranjero. Algunos amigos han creado un sitio web donde puedes ver mi historia en video o leer mi diario. En el 2012 fui invitado a ser el orador principal durante la reunión del Día Nacional de Oración en la ciudad de Suffolk, en el estado de Virginia. Alrededor de 400 personas, muchas de ellas personal militar y funcionarios de gobierno, asistieron a este evento mientras me dirigía a ellos a través de video. También, he podido decirle a millones de personas alrededor del mundo, por medio de programas de televisión, como Larry King Live, lo que Jesucristo ha hecho por mí.
HAY ESPERANZA PARA TI TAMBIÉN
Uno de mis pasajes favoritos en la Biblia es Romanos 10:13 que dice: porque: «TODO AQUEL QUE INVOQUE EL NOMBRE DEL SEÑOR SERA SALVO». Aquí queda claro que Dios no tiene favoritos. Él no rechaza a nadie, sino que recibe a todo aquel que clame a Él.
Yo sé que Dios es un Dios de misericordia que está dispuesto a perdonar. Es perfectamente capaz de restaurar y sanar nuestras vidas heridas y destrozadas. He descubierto en la Biblia que Jesucristo murió por nuestros pecados. Él tomó nuestro lugar en la cruz. Derramó su sangre como el pago completo que Dios exige por nuestros pecados.
La Biblia dice: «Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios» (Romanos 3:23). También dice: «Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 6:23). Estos pasajes dejan claro que todos hemos pecado. Algunos, como yo, son peores pecadores que otros, pero todos hemos pecado. Por lo tanto, debemos reconocer nuestros pecados delante de Dios, aceptar que merecemos el juicio de Dios por toda la eternidad, ¡y reconocer que estamos PERDIDOS!
Cuando lleguemos al punto de reconocer que somos pecadores perdidos, culpables, arruinados, entonces estaremos listos para recibir al Salvador que Dios nos ha provisto. ¿Quién es este Salvador? Es el Señor Jesucristo, el Creador del universo y el eterno Hijo de Dios, que entró en este mundo como hombre. Así, como hombre perfecto, sin pecado, Él sufrió y murió en la cruz por nuestros pecados (1 Corintios 15:3; 1 Pedro 2:24; 3:18). Luego fue sepultado y, al tercer día, resucitó victorioso, pues la muerte no le podía retener. Si te das cuenta de que estás perdido y que necesitas un Salvador, entonces, pon tu fe y tu confianza completamente en el Señor Jesucristo que murió por tus pecados. «Mas Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, y por sus heridas hemos sido sanados» (Isaías 53:5). ¿Has puesto tu nombre en este versículo? Rechazar al Señor Jesucristo y su obra en la cruz es rechazar el regalo único y perfecto de Dios de salvación y vida eterna.
ESTA ES TU OPORTUNIDAD
Amigo, esta es tu oportunidad de ponerte a cuentas con Dios. La Biblia dice: «Que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación» (Rom 10:9-10). Así, pues, cree en tu corazón que estas palabras de la Biblia son verdaderas y que son para ti. Por favor, considera lo que te estoy diciendo. ¡Te ruego con todo mi corazón que deposites tu fe en Jesucristo ahora mismo! ¡No te avergüences de hacerlo! ¡No esperes hasta que llegue un momento más oportuno! Nadie tiene seguro el mañana. No esperes hasta que estés en tu lecho de muerte, ¡tu muerte podría ser repentina! «Pues Él dice: EN EL TIEMPO PROPICIO TE ESCUCHE, Y EN EL DIA DE SALVACION TE SOCORRI. He aquí, ahora es EL TIEMPO PROPICIO; he aquí, ahora es EL DIA DE SALVACION» (2 Corintios 6:2).
¿CUÁL SERA LA DIFERENCIA?
Una vez que deposites tu confianza en Jesucristo como tu Salvador y Señor, el Espíritu Santo iniciará la obra de transformación que durará toda tu vida (Romanos 12:1-2), de manera que comenzarás, por fin, a hacer buenas obras y acciones que sean agradables a Dios (Efesios 2:8-10; Tito 2:14). En algunos, esta obra podría llevarse a cabo más rápidamente que en otros, o podría estar mezclada con fracasos y reveces. Pero entre más enfoques tu atención en Cristo nuestro Salvador, más el Espíritu Santo te ayudará a tener victoria sobre los patrones de pecado en tu vida (Romanos 6-8). Lo mejor de todo es que ahora tienes la seguridad de la vida eterna con Cristo (Juan 3:16; 1 Tesalonicenses 4:15-17) en el cielo.
COMENTARIO FINAL
No comparto este mensaje solamente para contarte una historia interesante. Más bien, quiero que pruebes la bondad de Dios en la vida de un hombre que una vez fue adorador de Satanás y un asesino, y mostrarte que Jesucristo puede impartir perdón, esperanza y transformación.
Yo me involucré en el ocultismo y «me quemé». Me convertí en un asesino cruel y deseché mi vida a la vez que destruí la vida de otros. Ahora he descubierto que Cristo es mi respuesta y mi esperanza. El rompió las cadenas del pecado, de la voluntad propia y de la depresión que me ataban. El me ha llevado del camino que conduce a la condenación eterna en el lago de fuego a la bendita seguridad de una vida eterna en el cielo. Dios ha transformado milagrosamente el «Hijo de Sam» en el «hijo de esperanza». El desea hacer la misma clase de transformación en tu corazón y en tu vida ¡hoy mismo!
Gracias por leer esto. Que Dios te bendiga.
En el amor de Cristo, David Berkowitz
Visita el sitio web de David en: www.AriseAndShine.org
Citas tomadas de LBLA