Facing The Truth (Spanish)
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- Size: 3.5 inches x 5.5 inches
- Pages: 6
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A la edad de doce años, entré en un convento de los Capuchinos. Estaba buscando la verdad en un lugar que pensé que me ayudaría encontrar a Dios. El convento estaba ubicado en las afueras de Madrid, España, la cuidad donde nací. Así, con esta vida en el convento, empecé mi peregrinación hacia Dios a través de la negación de todos mis derechos. La teoría de la mortificación es muy antigua y está ligada al pensamiento Católico Romano. Además, el misticismo filosófico de España abraza la práctica de la mortificación como la forma en que uno puede encontrar a Dios. “Mortificar” significa morir lentamente. Lo que muere es la personalidad de uno mismo.
Después de varios años de preparación, a la edad de diecisiete años, tomé los votos de la obediencia. Renuncié todo derecho del control personal en todo. Él que es perfectamente obediente se rinde a una mente y a una voluntad que es la mente y la voluntad de su superior. En un convento es imposible hacer cualquier cosa que no sea controlada. Las leyes y las declaraciones cuidadosamente definidas proveen las normas por las cuales todos tienen que vivir y fuera de éstas uno no se atreve pasar.
El voto del celibato presupone no solamente una renunciación voluntaria de los derechos del matrimonio pero también de todos los placeres y todas las amistades que no sean aprobados. Para obtener la dominación total y el control de todos los deseos humanos, varias prácticas de aflicción eran ejercitadas regularmente. Los siguientes son algunos ejemplos:
Cuatro ayunos por año, cada uno de cuarenta días de duración sin interrupción
Disciplina de sangre tres veces por semana. Esto fue llevado a cabo con el uso de varias hebras de alambre acerado conectadas a un mango.
El llevar puesto la arpillera en el cuerpo día y noche.
Una cama de tablas incluyendo la presencia de hojas del tallo de maíz con otras cosas para atormentar el cuerpo.
La intención de estas cosas era para preparar mi cuerpo para la renunciación total que mi posición en la vida demandaba.
Con el voto de la pobreza, prometí no tener dinero a mi disposición. Al contrario, yo había de vivir de la dependencia completa de los que me permitirían el uso de la cosas necesarias para mi existencia. El Capuchino devoto solo puede usar las cosas que son provistas. No puede llegar a ser el dueño de tales cosas.
El gran sistema de las prácticas ascéticas con el cual yo había sido identificado desde la niñez ahora llegó a ser bien desarrollado. Con esperanza, esperé a ver los frutos de mis sufrimientos y labores. ¡Pero los frutos tan deseados nunca aparecieron! En el profundo de mi ser solo había la soledad, la desolación, y el temor. Era temeroso de todo—temeroso de la vida, temeroso del amor. Tenía miedo de mi propia resolución y miedo de Dios. Ahora, a la edad de treinta y tres años, me di cuenta de que el patrón de mi vida entera se podía explicar con una palabra: “¡NO!” “No hagas esto, no hagas aquello! ¡No pienses! ¡No, no, no!”
Las artes presentaban el detalle más positivo en mi vida en el convento. Mientras estuve allí, pude aprender y practicar la música. La música llegó a ser una necesidad indispensable en mi vida a través de la cual pude aliviar las presiones enormes en mi persona interior.
Después de llegar a ser sacerdote y de haber estudiado más el campo de la música, decidí dedicar más tiempo al estudio del piano. Busqué un profesor competente; esto fue la manera en que Americo Caramuta entró en mi vida y llegó a ser una parte del mundo pequeño y circunscribido en que yo vivía. Luego aprendí que él era un Cristiano evangélico y un miembro de la iglesia Bautista. Por mi parte, mi vida siguió siendo una vida de oscuridad completa. Pero a la vez estaba creciendo dentro de mí el deseo de vivir verdaderamente. El tipo de existencia que había experimentado llegó a ser completamente inaceptable a mí. ¡Quería separarme completamente de esa existencia! ¡Pero, tenía miedo! Necesitaba tan desesperadamente a alguien que podría reorientarme y dirigirme—alguien que me inculcaría la fuerza. ¡Americo era ese hombre! Compartí mi crisis profunda con él y en nuestras conversaciones él contestó mis preguntas de la Biblia, la Palabra de Dios. Lentamente, la luz empezó a resplandecer mientras me di cuenta de que las muchas creencias que yo había considerado infalibles no tenían ninguna fundación firme en la Palabra de Dios—creencias como el sacerdocio, la infalibilidad papal, los sacramentos, y muchas otras.
Mi separación de todo asociado con el Catolicismo ahora era verificado. ¡Pero al mirar el mundo afuera, empecé a sentir el pánico! A la edad de doce años había entrado en el convento; ahora tenía treinta y tres años. Había vivido mi vida entera en este ambiente. Todos mis estudios eran relacionados a este tipo de vida. ¿Qué haría fuera de esta vida donde había pasado mis mejores años? ¡Todo llegó a ser una pregunta grande! ¡Mi familia, mis amistades, mi futuro—todo demandaba una respuesta! Sin embargo, tomé una decisión clara y salí del convento y de la iglesia Católica.
Después, empecé a asistir a los servicios de la iglesia Bautista en Madrid y el segundo domingo respondí a la invitación del pastor. ¡Sentí un gran gozo en mi corazón! A solas con Dios en mi hogar, cesé mis esfuerzos inútiles para obtener la salvación a través de mis propias obras. Sabía que las obras nunca podían salvarme. Mi vida entera daba prueba clara de esta verdad. Me di a mi mismo completamente a Dios con una pasión nueva y santa. Recibí a Cristo como el único Salvador de mi alma y Él llegó a mí a través de una paz simple pero muy precisa, la cual yo nunca había experimentado. Ahora era de Cristo y Él me amaba. ¡Esto era el secreto! Fui bautizado en la iglesia en la cuidad de Madrid.
Luego, me inscribí en el Seminario Bautista de Barcelona y completé mis estudios en la Teología y la Educación Religiosa. El Señor me ha llamado a ser un ministro en Su iglesia, y el Centro de la Conversión, (anteriormente) en Havertown, PA, hizo lo posible para que yo fuera a los Estados Unidos para terminar mis estudios de la Biblia y de la música.
Para encontrar la verdad, fue necesario pagar un precio pero nunca me he arrepentido. Hubo siete años largos de pruebas y de conflictos. Pero al final pude testificar de la realidad de Cristo en mi vida, el mismo Cristo quien dijo, “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6).
¿Sabe USTED que el cielo es su hogar? Confío que usted dará su corazón a Cristo.
“Porque la paga del pecado es muerte; mas el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).