Saved By Grace: A Priest's Testimony (Spanish)
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Nací en el Catolicismo Romano. Mi gente es sincera, Católicos Romanos morales, y lo ha sido por cientos de años. Los Católicos son sinceros, pero sinceramente equivocados en cuanto a la salvación eterna. Empecé mis estudios para el sacerdocio Católico Romano inmediatamente después del octavo grado, pasando los primeros ocho años, el bachillerato y la universidad, en el seminario menor. Después de la universidad, pasé los cuatro años de la teología en el seminario principal. Fui adoctrinado completamente en las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana. Fui ordenado como un sacerdote Católico Romano y canté mi primera misa en Ohio, mi estado nativo, en el año 1937 rodeado por toda la pompa y la ceremonia de la Iglesia Católica Romana. Después de mi ordenación, asistí a una universidad de profesores y enseñé la escuela como sacerdote-profesor por muchos años. Pero pasé la mayor parte de mi tiempo como párroco.
Otro pecador salvado por la gracia. “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Renuncié el sacerdocio Católico Romano hace muchos años. En ese entonces no poseía el gozo maravilloso y la seguridad de la salvación. Salí porque las dudas que se habían acumulado a través de los años superaron la validez de sus reclamaciones. No fue hasta 1953 que la realización completa del nacimiento nuevo me llegó y acepté por la fe la salvación gratuitamente ofrecida por Dios a través de Su Hijo Jesucristo. La sencillez hermosa de las palabras de Cristo a Nicodemo tiene significado para mí hoy. La declaración clara de nuestro Señor en Juan 3:3, “...De cierto, de cierto te digo: El que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios,” ha traido vida nueva dentro de mí. La salvación personal es un regalo tan glorioso (Efesios 2:8) que nunca ceso de diariamente agradecerle a nuestro Padre celestial por ella. Es por la gracia de Dios que tengo los medios para estar en Cristo.
Después de que salí de la Iglesia Católica Romana y empecé un estudio serio de la Biblia, el libro de Hebreos—especialmente capítulo 2, versículo 3—me perturbaba. “¿Cómo escaparemos nosotros, si tuviéremos en poco una salvación tan grande? La cual, habiendo sido publicada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que le oyeron.” Una persona puede llegar a ser tan concentrada en los puntos finos aparentes del Catolicismo Romano que encuentra que es difícil soltarse de él y llega a perderse en su propia confusión. Pero cualquiera puede ser librada de la esclavitud de tal sistema de teología y filosofía tan astutamente ensamblado con una mirada de fe a nuestro amante Salvador Jesucristo. A pesar de las tradiciones y las enseñanzas establecidas por el hombre, la Palabra de Dios nos dice en 1 Juan 5:11-13 que la fe puesta solamente en Jesucristo nos dará la salvación eterna. “Y éste es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.” Esta vida en el Hijo no tiene propósito hasta que suceda el nuevo nacimiento como está escrito en Juan capítulo 3.
Después de renunciar el sacerdocio y antes de que fui salvado, empecé un repaso de mi teología Católica Romana. Pero más que estudié y escudriñé, llegó a ser obvio que mi teología no estaba de acuerdo con la Biblia. Hice una comparación entre las enseñanzas de mis libros de teología y el Libro del texto de Dios, la Biblia. Tal comparación analítica nunca fue emprendida en el seminario. La Iglesia Católica Romana interpreta la Biblia cuando un desacuerdo es obvio. Llegó a ser un asunto de elección entre la Palabra de Dios o lo que fue añadido a la Palabra de Dios, o sea las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana. La elección solamente podría ser la Palabra de Dios en vez de la palabra de los hombres. Solo después de estudiar las Escrituras por dos años, especialmente el Nuevo Testamento, entendí que las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana, cuando están distinguidas como tal aparte de la Biblia, eran extranjeras y muchas veces eran contrarias a la Biblia. Comparé la Biblia Católica Romana y la Biblia Protestante, la Versión del Rey Jaime con mis libros de teología y encontré que ambas Biblias estaban en desacuerdo con esas enseñanzas. Encontré que las doctrinas Católicas Romanas de los sacramentos, la misa, la confesión al sacerdote, el purgatorio, las indulgencias, la adoración a María y la veneración de los santos y la intercessión de ellos, el rosario, las medallas, las reliquias, y más no son Bíblicas. Encontré que la tradición es una mala fuente de la verdad. Porque la tradición está establecida por los hombres, tiene que depender de las limitaciones de la mente humana y por consequencia, es falible. La Biblia dice en Mateo 15:9, “Pero en vano me honran; enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.” La Iglesia Católica Romana con los tópicos piadosos clama reconocer la Biblia como la Palabra de Dios, pero en realidad sigue las tradiciones de los hombres.
Desde que he confesado mis pecados a Él y en fe he creido en Jesucristo como mi Salvador, Él se ha encargado de mi vida. Mi único deseo es de ser usado por Él para Su honra y gloria. Él me ha dado la felicidad, una esposa Cristiana (Dorothea Hulpke) que era una misionera enfermera anteriormente en el Congo Belga. Nuestra carga es para los inconversos. Estamos especialmente interesados en dar el mensaje de la salvación a la gente Católica Romana.
Desde mi salvación he asistido al Instituto Bíblico de Los Angeles. El Señor me ha usado para enseñar en las escuelas Cristianas. Él me ha dado la oportunidad de asistir a un seminario Protestante y graduarme con una licenciatura en la teología.
Es nuestra oración que siempre seamos conscientes de los inconversos. Los Católicos Romanos especialmente están tan empapados en un sistema que tiene la apariencia de piedad pero no el poder para la salvación eterna. Es nuestra oración constante que podramos ser un testigo a ellos. Me regocijo con Pablo cuando él escribió a los Romanos, “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). También nos regocijamos con él cuando testificó en Romanos 5:2, “Por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.”
—por Harry G. Groning, B.D. (licenciatura en la teología)