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We Were Religious, But Lost (Spanish)

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  • Format: Folded Tract
  • Size: 3.5 inches x 5.5 inches
  • Pages: 6
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Yo fui criada como Católica Romana y asistí a la escuela Católica. Fui enseñada que a través de asistir a la misa, confesar mis pecados a un sacerdote, orar a María y a los “Santos,” repetir el rosario, etc. podría ganar suficientes méritos dignos para obtener la “gracia.” Sin embargo, como Católica Romana siempre sentía un vacío que nunca podía llenar. Esperaba que a través de orar a los “Santos” y tener novenas y asistir a la misa, este vacío podría ser llenado, pero fue en vano. Era la misma persona yendo a la iglesia y saliendo; no había ningún cambio en mi corazón ni en mi vida.

Tuve temor a la muerte, la enfermedad y el purgatorio (un lugar enseñado a los Católicos donde una persona va después de la muerte para sufrir por sus pecados). Este lugar no existe en la Palabra de Dios. Hebreos 1:1-3 nos dice que Cristo purgó nuestros pecados. La Palabra de Dios nos enseña que hay el cielo con Cristo o el infierno sin Él. Tenemos que tomar la decisión. Pero en ese tiempo yo no sabía lo que la Palabra de Dios enseñaba, y mis pecados me estaban pesando. Estaba en camino al infierno y ni lo sabía. Intenté buscar en la Biblia pero no lo podía entender. Mi condición en ese momento está descrita muy bien en 1 Corintios 2:14: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura.” Estaba fuera de Cristo y no podía entender las cosas de Dios.

Conocí un joven Católico Romano y nos enamoramos y nos casamos. Nosotros dos compartíamos las mismas creencias religiosas. Pensabamos que la salvación era a través de la iglesia Católica Romana y que el bautismo con agua le hace que uno sea Cristiano.

Tuvimos dos hijos hermosos pero Dios en Su gran sabiduría nos los quitó. Nuestro matrimonio llegó a ser muy infeliz durante este tiempo debido a la verdad que no conocíamos a Cristo y no lo teníamos en nuestro hogar. Todo el tiempo durante nuestro matrimonio yo oraba a San Judas (el santo de los casos sin esperanza), ni dándome cuenta de que estaba perdida sin esperanza y en camino al infierno. También oraba a Santa Dympna (la patrona de los enfermos mentales) y prendía velas a María. Pero todavía no encontré la paz que estaba buscando y no había ningún cambio en mi vida. Sin embargo, seguía buscando. Jeremías 29:13 dice: “Y me buscaréis y hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.”

Le dije a mi esposo que tenía que encontrar a Dios. Él no pudo entender porque no podía encontrar a Dios en la misa. Por fin, nuestro matrimonio llegó a un punto de crisis y mi esposo me dejó. En ese momento no tenía mis dos hijos ni mi esposo. Fue como si hubiera llegado el fin de mi mundo. Pero gracias a Dios, el Señor me mandó una amiga Cristiana. Antes de que mi esposo me dejara, él arregló el carro de una pareja Cristiana. Cuando devolví su carro, noté que había una Biblia adentro del carro. Fue un testigo silencioso a mí. Esta señora era diferente a cualquier otra persona que había conocido. Ella era tranquila y serena. Entonces cuando me dejó mi esposo, la llamé y ella vino a mi casa y trajo su Biblia con ella. Al principio no pude entender las cosas espirituales que ella leía de la Biblia. Como Católicos Romanos, nunca fuimos animados a leer nuestras Biblias. Entonces ella sintonizó un programa de radio Cristiano que me encantó inmediatamente. Dos días después me invitó a asistir a la reunion de oración en su iglesia. Al principio, vacilé en cuanto a irme, pero decidí aceptar la invitación. Yo no sabía que iglesia era, pero era diferente a cualquier otra iglesia donde había ido. La gente era feliz, amable, y cantaba con mucho gozo. Me sentía tan perdida debido a mis pecados y pedí la oportunidad de hablar con el pastor. Le conté al pastor de mi condición perdida y él me mostró de la Palabra de Dios que como un pecador yo tenía que arrepentirme de mis pecados, pedirle a Jesús que me limpiara de mis pecados con Su sangre preciosa, y poner toda mi confianza en Jesucristo y solamente en Él para mi salvación. Yo oré con él y acepté a Jesucristo en mi corazón como mi todo-suficiente Salvador y Señor.

Una vida nueva empezó para mí. Nací en la familia de Dios. Por fin tenía la paz de Cristo en mi corazón y había sido librada del castigo de mis pecados. Juan 8:32 dice, “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Gracias a Dios, ya no tenía que poner mi confianza en la misa, en María y los “santos,” en la confesión a un hombre, en rezar el rosario, y en todas las otras confusiones que se encuentran en el sistema Católico Romano.

Mi amigo Católico, usted también puede ser librado. Busque en la Escrituras. Ponga su fe y su confianza en Jesucristo y en Él solamente. Deje las tradiciones de los hombres y las confusiones del sistema Católico Romano.

Yo sé que mi Salvador vive conmigo y que tengo un hogar eterno con Cristo. Mi deseo ahora es testificar de mi Salvador y de ser usada como Su instrumento para ganar a otros para Él. —Señora Lee Rutilli


Después de la conversión de mi esposa, regresé a la casa. Nuestro hogar era diferente y mi esposa era diferente. Ella me contó que había aceptado a Jesucristo como su Salvador y Señor. No pude entender lo que ella me quería decir. Le dije que la iglesia Católica con la misa era la ÚNICA IGLESIA VERDADERA y que la salvación se encontraba solamente en la iglesia Católica. Ella me dijo que Cristo había estado ausente de nuestro hogar porque nunco Lo conocimos personalmente. El siguente domingo, le dije a mi esposa que iría a la iglesia con ella si ella iría a la misa conmigo. Mientras asistía estas dos iglesias y escuchaba las predicaciones, empecé a ver la diferencia. Vi que la iglesia Católica presentaba la palabra del hombre en vez de la Palabra de Dios. El Señor empezó a tocar mi corazón.

Un mes después, un evangelista llegó a la iglesia donde estabamos asistiendo. A través de sus predicaciones, el Señor trajo la convicción a mi corazón y empecé a escudriñar las Escrituras en serio. Al principio, no tuve confianza en la Biblia Protestante porque creía que era diferente y que había sido cambiada entonces usaba la versión Católica. Oré cada vez que leía sus páginas y más que leía, el Señor reveló Sus verdades a mi corazón. Me di cuenta que había sido enseñado una mentira por 42 años.

En el Año Nuevo de 1971 mi esposa se estaba preparando para ir al servicio de vigilia en la iglesia. Al principio pensé no ir, pero porque era mi cumpleaños y el Señor estaba tocando mi corazón, fui. A través de ese servicio tan gozoso y al ver todas las personas Cristianas tan felices a mi alrededor y mi esposa tan contenta en Cristo, yo también quise tener ese gozo. Acepté a Jesús en mi corazón como mi Salvador personal y mi Señor. ¡Nací de nuevo esa misma noche!

Mientras continuaba en la Palabra de Dios, el Señor me reveló muchas verdades y confirmó mi fe en Él. Vi a través de las Escrituras que Cristo hizo un sacrificio perfecto por nuestros pecados, y que ya no es necesario que el sacerdote haga un sacrificio en el altar (Hebreos 10:11). Acepté las verdades de la Palabra de Dios como Efesios 2:8,9: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros; pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”

He puesto mi fe y mi confianza en Jesucristo el Único quien puede transformar a un pecador. Ya no confío en la misa, la comunión, los sacramentos, las oraciones intercesoras a María y a los “santos,” la creencia en el purgatorio porque ninguna de estas cosas puede cambiar el corazón del pecador. La Biblia enseña que todos que confían en estas cosas están bajo la ira de Dios.

El Señor ha cambiado mi corazón y mi vida y me ha dado una carga real para las almas. Mi esposa y yo hemos dejado el sistema falso del Catolicismo Romano para siempre. Ahora el Señor nos ha bendecido con un ministerio de distribuir tratados en Cowtown, New Jersey. Nosotros entregamos Su Palabra a otros y les testificamos a todos que conocemos de nuestro Salvador maravilloso y Su gracia salvadora. Les enseñamos a los Católicos Romanos la verdad de la Palabra de Dios y les contamos como ellos pueden ser salvos sin los méritos, sin dinero, sin la ayuda de un sacerdote, sin los sacramentos, sin los ritos, sin la confirmación, sin el rosario, sin el agua bendita, sin la misa, y sin el purgatorio. Por favor, ore por nosotros. —John Rutilli

“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).

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