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This Is My Story! By Converted Monk And Priest Henry Gregory Adams (Spanish)

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  • Format: Folded Tract
  • Size: 3.5 inches x 5.5 inches
  • Pages: 8
  • Imprinting: Available with 5 lines of custom text
  • Version: RVG
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The full text of this tract is shown below in the RVG version. (Do you want to print this tract in a different version than the one listed? Contact us and let us know what you're looking for—we may be able to create the alternate version for you at no charge.)

Yo nací en una familia católica devota en Wolseley, Saskatchewan. Intenté ser buena persona pero estaba en camino al infierno.

Fui enseñado que por lograr ser un monje y sacerdote, podría evitar el pecado y estar más seguro de mi salvación.

Porque estaba sinceramente buscando la salvación, logré ser un monje basilio y recibí la túnica negra larga y adopté el nombre “Santo Hilarion el Grande”.

Deseaba servir al Señor y cumplía todos mis deberes monásticos.

Me azotaba a mí mismo cada miércoles y viernes hasta que sangraba la espalda; en penitencia, muchas veces besaba el piso; y con frecuencia comía mi comida escasa arrodillado en el piso o ni comía.

Llevé a cabo muchos tipos de penitencia porque se me enseñó que al final podría merecer el cielo. No sabía que la Palabra de Dios dice:

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros; pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).

Con el tiempo, fui ordenado como un sacerdote.

Repetía la misa todos los días; escuchaba las confesiones; recitaba el rosario a María; hacía devoción a los santos; recitaba el breviario de oraciones preparadas todos los días; y cumplía mis penitencias.

Sin embargo, ninguna de esas cosas me satisfacía sino que me afligía aun más.

En nuestros estudios, tuvimos 3 libros acerca de la Biblia pero no estudiamos la Biblia misma.

Después de ser ordenado como sacerdote, obtuve una Biblia católica y encontré versículos que contradecían mis creencias y prácticas.

El Libro de Dios decía una cosa pero mi iglesia otra.

¿Quién tenía la razón, la iglesia católica o Dios?

Decidí creer la Palabra de Dios.

Después de doce años, me escapé del monasterio, un pecador perdido sin paz en mi alma.

Todavía tenía la naturaleza del “hombre viejo”.

Necesitaba una naturaleza nueva, un corazón nuevo.

Eso solamente sucede con nacer de nuevo por el Espíritu de Dios por fe únicamente en Jesucristo y no por la repetición monótona de oraciones, las penitencias, los sacrificios o las buenas obras.

“El que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3).

“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31).

Me di cuenta que los sacramentos y mis buenas obras eran en vano para la salvación.

Me daban una seguridad falsa.

Poco después, creí que Cristo murió por mí porque yo no podía salvar mi alma. Confié en Él solamente para mi salvación.

Cuando me arrepentí de mis pecados y le acepté en mi vida, creí que Él pagó por todos mis pecados en la cruz y sabía que mis pecados estaban perdonados.

“La paga del pecado es muerte; mas el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).

“La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).

Al fin encontré la salvación completa y gratis por medio de Jesucristo quien murió para que usted y yo podríamos vivir.

Amigo, si usted también está tratando de alcanzar el cielo por sí mismo, no es “por obras, para que nadie se gloríe”.

El cielo nunca se puede ganar.

Solamente Cristo es el camino y la respuesta.

“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre;” (1 Timoteo 2:5).

Venga a Él ahora y confiése sus pecados y arrepiéntase de ellos.

Pida Su perdón y acéptelo como su Señor y Salvador.

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).

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