The Story Of The Man Who Killed John Lennon (Spanish)
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La noche del 8 de diciembre de 1980, el mundo entero se estremeció con la noticia de la muerte trágica de John Lennon, ex-Beatle y estrella del rock de fama internacional. Mark David Chapman fue quien le disparó y lo mató en Manhattan, Nueva York. Esta es la historia, contada por él mismo...
Lo que estoy empezando a escribir no me llena de orgullo. Un hombre murió a causa de mis decisiones. Y mucha gente sufrió.
Escribo esto para ayudar a que otros piensen en tomar un camino distinto... despojados de todo egoísmo, que es la causa de muchos de nuestros problemas.
1980
Esa larga noche de diciembre no hacía demasiado frío, pero igual me había puesto un saco. Pasaba ida y vuelta por el frente de los famosos Apartamentos Dakota de la calle 72 Oeste. Había ido con un plan horrible en mente: ¡Matar a John Lennon!
¿Qué me había hecho elucubrar semejante plan? ¿Por qué a John Lennon?
Continuaba recorriendo la angosta cinta de asfalto que formaba el acceso de vehículos, a la entrada del edificio...
***
Nací en Fort Worth, Texas en 1955. Mis padres se llamaban David y Diane Chapman. Mi papá era sargento de la Fuerza Aérea y mi mamá, enfermera. Nos mudamos a Indiana, después a Decatur, en el estado de Georgia, donde crecí y fui a la escuela. Al principio, mi vida era como la de cualquier chico. Había peleas en casa y una vez me escapé a Miami, Florida, pero ese tipo de cosas estaba pasando en hogares y barrios de todo Estados Unidos en 1969.
Pero cuando cumplí 14, mi vida empezó a cambiar. Si bien hacía casi todo lo que hacen los chicos de mi edad, aunque sin meterme nunca en un problema serio, era el final de la década del 60, la era de las drogas, y empecé a consumir mucho. Eran la cosa más fantástica que había llegado a mi vida. Amaba las drogas e incluso llegué a dejar la escuela durante meses. Lo único que hacía era drogarme y andar por ahí con mis amigos. Durante un tiempo fue genial. Pero a pesar de todo lo que hacía o intentaba, nada me dejaba satisfecho de verdad.
FUE LA PRIMERA VEZ QUE VI LLORAR A MI PAPÁ
Durante dos años, más o menos, viví de esta manera desordenada y lo único que quería era divertirme. Una vez estaba tan drogado que me arrestaron a las 2 de la mañana, cuando trataba de recordar cómo volver a casa después de un concierto de rock. Mi papá lloró cuando fue a buscarme a la cárcel. Fue la primera vez que lo vi llorar.
Viajaba mucho solo en verano y una vez, cuando tenía 16 años, fui a casa de mis abuelos en Ormond Beach, Florida, para quedarme con ellos dos semanas. Hubo una noche que nunca voy a olvidar. La había pasado muy mal. Sin drogas ni amigos, me sentía completamente solo. Estaba vacío por dentro y lo sabía. Estaba sufriendo. Poco tiempo antes me había traicionado de mala manera alguien a quien consideraba mi amigo.
Recuerdo que estaba tirado en el sofá en la salá mirando el techo y que el silencio allí era total. Necesitaba ayuda y sabía que lo único que me quedaba era invocar a Dios. Y que era lo único que necesitaba. Dije: “Dios, si de verdad existes, ¿quieres ayudarme?”. Y fue cuando ocurrió algo increíble. Apenas unos instantes después de decir esas palabras, pude sentir que Jesús estaba ahí conmigo, tal como se puede sentir la presencia de cualquier otra persona. Estaba ahí de verdad; no me lo imaginé. Fue la cosa más impactante que había experimentado en mi vida. Todas esas sensaciones de soledad, sufrimiento y vacío desaparecieron de mi interior y supe que Él siempre estaría conmigo por el resto de mi vida, pase lo que pase. Me sentí aliviado. Invocar a Jesús y encontrarme con Él me inundó de una felicidad que jamás había sentido. ¡Ya no necesitaba las drogas! Por fin había encontrado lo que estaba buscando.
Cuando volví a casa, empecé a contarles a mis amigos lo que me había pasado.
CONOCER A JESÚS… YO NO SABÍA NADA
Unos ocho meses antes un chico llamado Jim, que había conocido en la escuela, me invitó a pasar un fin de semana con su iglesia en un parque estatal. No quería ir, pero al final dije que sí.
La primera noche, alguien me preguntó si quería mirar una película. Una película sobre Jesús. En ella se explicaba que Jesús no era simplemente una persona sobre la que se había escrito un libro, sino alguien real a quien se podía conocer. Había oído decir de Él que no era una persona común. Pero todo lo que tuviera que ver con la religión no era para mí. Creía en Jesús... ¿acaso no creía todo el mundo? Pensaba que Él estaba en algún lugar lejano, muy lejano. Pero esa noche hubo algo distinto. Al mirar la película aprendí cosas sobre Jesús que antes no sabía. Que Él quería estar en nuestra vida ya, estar con nosotros. Realmente empecé a entender a Jesús, al verdadero Jesús. Eso no era religión. Nadie me había dicho antes que de verdad podía tener un encuentro con Él, que podía conocerlo. Nunca había querido tener nada que ver con Dios, o al menos, eso pensaba. Pero entonces, esa noche que estaba solo en casa de los abuelos y por fin lo invoqué, el Jesús verdadero y vivo se acercó a mí. Supe que las cosas nunca volverían a ser como antes.
LE DI LA ESPALDA A LO QUE MÁS IMPORTABA: JESÚS
Realmente creía en Jesús, pero era joven y a medida que fueron pasando los meses —salvo en lo que a las drogas respecta— volví a ser el de antes y pronto me alejé de Él. Él nunca me abandonó y cuando yo clamaba a Él, siempre me ayudaba, pero empecé a pensar en Él cada vez menos.
Terminé la escuela secundaria, me mudé a Chicago y después regresé. Mi vida era ir de un trabajo a otro, dar vueltas con mi auto, buscar un propósito y tratar de tener estabilidad otra vez. Era imposible. A veces creía estar feliz, pero no era así. En mi interior, lo sabía. Me faltaba algo. Le había dado la espalda a lo que más importaba: Jesús. Otra vez me empezó a aquejar esa sensación de vacío. Había tirado por la borda toda mi nueva vida y empecé a escaparme de mí mismo y de Él...
ME HUNDÍ CADA VEZ MÁS
Pasaron los meses. Decidí irme a estudiar a Tennessee; fue en esa universidad donde terminé de derrumbarme. Empecé a sentirme como un gran “cero a la izquierda”. Corría 1975, acababa de volver de trabajar con refugiados de la Guerra de Vietnam y quería hacer algo importante en mi vida. En cambio, me hundí cada vez más en la depresión. No sabía cómo había empezado y me duró semanas.
Dejé la facultad al poco tiempo y regresé a Georgia. Conseguí un trabajo que me pareció adecuado para el cero a la izquierda que entonces creía que era: me convertí en guardia de seguridad. Primero en el Aeropuerto de Atlanta y después, en un hospital del condado. Lo único que hacía era trabajar, principalmente en largos turnos de noche. Me sentía horrible. Empecé a aislarme de todo y a vivir en mi propio mundo... sin encontrar nada en él.
SENTÍA COMO SI ESTUVIERA DENTRO DE UNA ENORME NUBE NEGRA
Me deprimía cada vez más. Sentía como si estuviera dentro de una enorme nube negra. Pensaba que mi vida ya no tenía sentido. Me sentía realmente perdido. Empecé a pelear con mi único amigo y a discutir con mi novia. Me aislé de todos. No lograba ver adónde iba, hacia dónde me estaba encaminando. Era espantoso.
Al recordarlo ahora, entiendo por qué había pensado en suicidarme. Cuando tenía 22 años, decidí hacer eso: quitarme la vida. En mayo de 1977, vendí todo lo que tenía y me compré un pasaje de ida a Hawái, donde iba a terminar con todo.
Todavía me acuerdo del viaje corto en auto por la costa de la isla, buscando un lugar tranquilo para morir. Y de cómo encontré un bosquecito cerca de la playa. Enchufé la manguera de una aspiradora barata al caño de escape del auto que había rentado, pasándola con todo cuidado por la luneta trasera. Cerré los ojos y me senté a esperar, con la seguridad de que mi vida acabaría en pocos minutos.
Pero no pasó nada. Un agujerito provocado por el calor de la manguera y un pescador que andaba cerca impidieron que me matara. Mi Amigo leal nunca me había abandonado.
Al volver por la carretera me di cuenta de que necesitaba ayuda de verdad. Después de deshacerme del auto, tomé un ómnibus hasta una clínica, allí hablé con una mujer y le conté lo que sucedido. Rápidamente me llevó en auto al hospital.
CON SUS CUIDADOS SE DISIPÓ MI OSCURIDAD
En el hospital me internaron en uno de los sectores especiales y dormí tres días. Con sus cuidados se disipó mi oscuridad. Empecé a sentir que volvía a ser una persona. Posteriormente, hasta conseguí trabajo allí. Era un trabajo común, pero me sentía bien. Estaba mejorando. Más o menos un año después decidí tomarme unas vacaciones para hacer algo con lo que apenas me había atrevido a soñar: viajar a muchos países y experimentar cosas y culturas desconocidas para mí. Fue en la agencia que planifiqué este viaje donde conocí a Gloria, una mujer maravillosa que más tarde sería mi esposa...
GLORIA: Conocí a Mark en enero de 1978. A comienzos de nuestra relación, cuando Mark estaba muy bien, me hablaba de Dios y de su experiencia en casa de los abuelos cuando era chico. Me sorprendió con qué profundidad hablaba de estas cosas y la manera que Jesús había sido tan real para él en ese lugar aquella noche y de allí en adelante. Me explicó la muerte de Jesús, el verdadero significado que tenía. Que Él, el Hijo de Dios, fue enviado del Cielo a morir por nosotros y en lugar de nosotros por todo el mal que habíamos hecho y que todo lo que nosotros teníamos que hacer era invocar Su nombre, creer en Él y pedirle perdón. Que quienes lo hacían podían llegar a conocerlo de verdad, tener una vida mejor aquí y un día, al morir, ir al cielo y estar junto a Él para siempre. Al principio no entendí todo bien, pero tuve la sensación de que lo que me estaba explicando era verdad.
Para ser más clara, me crié en un hogar en el que no se mencionaba a Dios ni se nos enseñaba nada sobre Él. No íbamos a ninguna iglesia ni practicábamos religión alguna. Mis padres eran personas cariñosas, muy trabajadoras y tuve una infancia muy buena. Pero durante mi adolescencia, quería encontrar respuesta a todas las preguntas que tenía. Me preguntaba cosas como: ¿quién soy? ¿por qué estoy aquí? y ¿qué va a pasar conmigo cuando muera? Buscaba la verdad de la vida.
Recuerdo que las respuestas llegaron cuando tenía 28 años. Hacía unos cinco meses que iba a la iglesia con Mark y un día le dije a Dios en voz alta: “no sé si existes, pero si es así, quiero conocerte”. Fue una oración sincera y Él realmente comenzó a responderla. Para cuando me casé con Mark en junio de 1979, ya había encontrado a Jesucristo y sabía que era bien real. Por fin tenía todas las respuestas que había estado buscando... al encontrar a Jesús y llegar a conocerlo.
MARK: Todo parecía estar bien en ese entonces. Tenía un buen trabajo, un lugar increíble para vivir y una esposa hermosa con quien compartir todo. Pero aunque me había recuperado, todavía necesitaba mucha ayuda. Sin embargo, en ese momento no nos dimos cuenta de cuánto la necesitaba. Nuestra vida y la de muchas otras personas cambiaría dramáticamente al año siguiente, en 1980.
EMPECÉ A ENCAMINARME RÁPIDAMENTE HACIA LA OSCURIDAD OTRA VEZ
Renuncié a mi empleo para aceptar un puesto que creí sería mejor en el hospital, manejando la imprenta. El trabajo no era para mí y al poco tiempo todo empeoró. Una vez más me alejé de mis amigos.
Empecé a encaminarme rápidamente hacia la oscuridad otra vez. Pasaban los días y me sentía angustiado y perturbado. Empecé a beber más para intentar escapar de esas sensaciones. No funcionó. Me convertí en una pesadilla, con una mezcla de furia y locura. Después de una discusión con uno de los supervisores del hospital, me pidieron que dejara el puesto. Traté de buscar otro, pero no lograba encontrar nada bueno. Lo único que me quedaba era otro trabajo de seguridad. Fue el principio del fin para mí...
Un día, mientras estaba sentado solo en nuestro apartamento revisando unos discos viejos, me encontré con una foto de John Lennon en uno de ellos. Fue entonces cuando un pensamiento horrible se me apareció en la mente: la idea de matarlo. Sería una solución inmediata para toda mi depresión y oscuridad. Lograría ser famoso instantáneamente. Por fin me convertiría en “alguien”. Era una manera terrible de resolver mis problemas, puro egoísmo, pero una vez que empecé a pensarlo, no podía parar.
Inmediatamente empecé a planear un viaje a la ciudad de Nueva York; sabía dónde vivía por un libro. Fui en avión en el otoño de 1980 y lo esperé afuera del edificio. Él nunca apareció y a los pocos días volví a casa, pensando que de algún modo podía volver a empezar mi vida.
No duró. Mi obsesión empezó a crecer otra vez y a los dos meses me compré otro pasaje de ida a Nueva York. Fue la peor decisión que iba a tomar en mi vida.
10:50 PM DEL 8 DE DICIEMBRE DE 1980
La larga limusina blanca había doblado para entrar en la calle 72 Oeste y estacionó en la entrada del Dakota. John Lennon bajó del inmenso auto, llevando en sus manos grabaciones de una sesión de estudio de la que estaba regresando junto a su esposa, Yoko Ono. Ahora se acercaba a la entrada de vehículos... y yo estaba listo.
John me miró cuando pasó a mi lado. Creo que tal vez reconoció en mí al hombre que esa misma tarde se había acercado a él para pedirle un autógrafo. Había sido muy paciente y amable conmigo. Solo ahora y en la oscuridad, mientras él caminaba hacia la oficina de seguridad, saqué el revólver .38 Special que había escondido en el bolsillo del saco y le disparé a la espalda. Entró a la oficina trastabillando, con Yoko a su lado.
Parado ahí, esperando que llegara la policía mientras John Lennon yacia en el piso a punto de morir, se me acercó el portero, me tomó con fuerza la muñeca y el revólver se me escapó de la mano. Cuando cayó en el asfalto, lo pateó al otro lado del acceso de vehículos y me dijo que me fuera. Pero no pude. Recuerdo que me volví hacia él y le dije: “¿pero adónde podría ir?”.
Llegó la policía, me arrestó y me llevó a el precintó. En la celda, le pedí a Dios que hiciera retroceder el tiempo. Pero yo había tomado una decisión e iba a pagar por eso.
***
No tengo ninguna excusa verdadera por ese asesinato. No había consumido drogas; no era el fanático obsesionado que alguna gente pensó que era, tratando de encontrar una excusa para lo sucedido. Simplemente yo era tan egoísta, estaba tan perdido dentro de mí mismo, tan desesperado por encontrar una salida, que cuando vi la oportunidad de convertirme en “alguien” (así lo creí), decidí terminar con la vida de un hombre al que ni siquiera conocía. Lo hice con total frialdad y sin pensar en nadie más.
SI SOLO HUBIERA HABLADO CON ÉL
En las semanas previas al asesinato, Dios le había hablado en profundidad a mi corazón y a mi conciencia sobre mi plan de matar a John Lennon. Pero no lo escuché. Recuerdo que llamé tarde a Gloria la noche antes del asesinato y ella —sin saber nada de mis planes— me dijo que tendría que empezar a hablar con Jesús otra vez. Si hubiera querido, habría podido pedirle a Jesús que me ayudara. Él estaba ahí. Pero opté por no hacerlo. Si solo hubiera hablado con Él en ese momento. Él era el único que habría entendido...
ÉL... ME CAMBIÓ
Hoy no soy el mismo Mark David Chapman. No soy perfecto, pero dejé de escapar. Era un tonto y no quiero que cometa el mismo error de tomar decisiones egoístas para solucionar los problemas. Créame, hay otra manera.
Cuando el portero me dijo que me fuera del edificio, le contesté: “¿pero adónde podría ir?”. He aprendido la lección difícil de que solo hay un lugar real al que podemos ir: Jesús. Él es aquel Amigo que jamás lo abandonará ni le fallará. Si usted lo invoca, Él lo va a escuchar y le va a responder. Si cree que no hay nadie que sepa por lo que está pasando —en la cárcel, en la vida, dondequiera que esté— está equivocado. Jesús sabe y a Él le importa. Él es todo lo que necesita en la cárcel y lo va a ayudar con cualquier problema o situación que pueda atravesar. Él lo va a elevar bien por encima de las aguas y lo mantendrá a salvo. Él simplemente quiere estar a su lado. Invóquelo ahora mismo.
Gracias por leer esto. Le agradezco su tiempo. Lo invito a que medite sobre las cosas de las que hablé aquí y piense en pedirle a Jesús que entre en su vida. Piense en estas cosas que dijo Jesús. Le van a ayudar a encontrarlo.
“… vendrán a mí y jamás los rechazaré”.
(Juan 6, 37 NTV)
“… Yo soy el camino, la verdad y la vida…”.
(Juan 14, 6 NTV)
““Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.”
(Juan 3, 16 NTV)
“¡Mira! Yo estoy a la puerta y llamo. Si oyes mi voz y abres la puerta, yo entraré…”.
(Apocalipsis 3, 20 NTV)
Ábrale la puerta a Jesús. Él va a entrar a su vida si usted quiere que entre.
Aquí le dejo una oración simple que puede decir:
“Jesús, te invoco ahora. ¿Me vas a ayudar? ¿Me vas a perdonar? Hice cosas que sabía que estaban mal contra Ti y contra otros y te necesito. Te quiero en mi vida. Estoy cansado de esta vida mía. Dijiste que si yo me acercaba a Ti, me darías descanso. Quiero paz y descanso. Quiero CONOCERTE, Jesús. Quiero que me CAMBIES. Ahora me acerco a Ti... Gracias, Jesús”.
Si le habla a Jesús con palabras como estas, queda perdonado y puede empezar a tener una vida maravillosa con Él. Consiga un ejemplar de la Biblia. Un buen lugar para empezar es el Evangelio de Juan, que es el relato de un testigo ocular de la vida de Jesús y de las cosas importantes de las que Él hablaba. Hable con otras personas que conocen y realmente siguen a Jesús. Vaya a la iglesia si puede, y reciba el bautismo. Hágase tiempo para estar a solas con Jesús y hable con Él de todo.
Cuénteles a los demás sobre Jesús y lo que Él ha hecho por usted. Porque usted creyó en Él y lo invocó, su vida ha cambiado y puede estar satisfecho... con la clase de felicidad que realmente importa.
Por último, si aún está indeciso, piense en estas cosas. No las olvide. Y recuerde siempre estas palabras:
Invoque a Jesús.
Pídale que entre en su vida.
¡Pídale que esté a su lado!
Espero que esto le haya servido. Muchas gracias.
Mark Chapman.